viernes, 5 de septiembre de 2008

El exilio imaginado

Edición Personal, en su crítica de la obra El exilio imaginado decía ayer:

El exilio imaginado, por Juan Enrique Soto Castro

Algunos escritores cuentan en sus entrevistas que cuando escriben se pueden desdoblar y crear un mundo paralelo entre la realidad y la literatura. En el caso de esta obra, el autor compara el hecho de escribir con la situación de exilio en que pudiese estar un individuo.
Con sus poemas transmite la sensación única de estar en otro lugar, aun cuando pueda seguir en la habitación de su casa. El exilio imaginado es la narración de versos libres, cargados de sentimientos reprimidos que hacen explosión a través de las palabras.
En esta primera parte de la obra prevalece un estilo literario que evita el uso de las comas y signos de puntuación, sin que los versos pierdan el sentido y el ritmo.
Soto Castro también se nutre de la naturaleza para construir versos libres que describan en detalle cada aspecto del ecosistema. Y deja un espacio sin lugar a dudas, a los sentimientos del individuo, como por ejemplo imaginarse la eternidad o describir a través de la poesía las hazañas de los míticos autores como Machado o García Lorca.
Es una obra que generaría interés en el público lector, por la sencillez de los versos pero a la vez, lo profundo de su significado, imponiendo un estilo claro y nutrido, siempre con una connotación social.

La obra comienza así:

ILUSIÓN DE EXTERIOR
CUBIERTA DE NAVÍO
NOCHE

Un hombre con jersey negro de cuello alto, barba cana y cano pelo, mira hacia el horizonte con ojos llorosos. A sus pies hay una maleta golpeada, mal remendada con hilos de piel. Frente a él cree ver el mar, pero el mar es sólo ilusión, un deseo, es mentira. En realidad, escribe versos sentado en su tranquilo despacho de escritor de su plácido hogar. Él cree, casi es delirio, navegar con destino al exilio acodado en la proa de un desvencijado y apresurado navío que zarpó al amparo de la noche para huir de los fusileros a traición del otro bando. De ahí su triste mirada. De ahí, y también de la posibilidad de que se engañe a sí mismo; está convencido de que ese, el exilio, es el único modo, la única excusa, la obligada condición para ser poeta. Y escribe, por tanto.
Soy exiliado en mi propia tierra
En mi propia casa en mi propia piel
Creo que apenas se entiende
Si además no hay fronteras no hay aduanas
En esta habitación
Sólo paredes ventanas puerta
No hay ni una marca de tiza en el suelo
Ni alambradas de espino
Ha sido necesario inventarme un rey impostor
Con su nefasta voluntad
Su traición y felonía
Que concibiese mi destierro
Por inconfesables motivos
A pesar de padecer mil torturas
Y me penó a malvivir
En mi piel otro país otra tierra
En la balsa de mi memoria frágil
Y en vergüenza de una cobardía
Para enfrentarme al acto de aquí ser yo
En este sueño inapropiado impropio
Absurdo e incomprensible
En el que nocturno navego

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