Un personaje deviene real cuando no es definido con los adjetivos que le añade al escritor al nombre sino cuando el propio personaje actúa y sus hechos le califican. Lo realmente difícil es encontrar esa acción tan definitoria, esa ejecución que le muestra tal cual es sin avisar al lector que le están describiendo a un personaje. Es responsablidad del personaje definirse con sus actos pero no es sino el talento del escritor el que permite seleccionar la acción definitoria. No es tarea fácil en la ficción. A la realidad le cuesta mucho menos, le sale natural y de tan natural el impacto logrado es demoledor.
Qué escritor no habría deseado crear personajes como Adolfo Suárez o el Rey de España. Adolfo Suárez, un hombre que forma parte de la Historia con mayúsculas, un hombre condenado a olvidar en vida su papel en esa Historia. Junto con el Rey don Juan Carlos I, el personaje más destacado de la transición y quizá de la Democracia española. Sin embargo, la cruel enfermedad del Alzeimer hiere su memoria y en un encuentro organizado para condecorarle, para responderle con respeto, admiración y gratitud por su contribución al bien de todos, Adolfo, el hombre, se encuentra ante su Rey y no le reconoce. El Rey le echa una mano por encima del hombro y se lo lleva a dar un paseo por los jardines de Palacio, lejos de los ojos de los demás. Un Rey, tranformado en hombre, entrega su cariño al estadista que olvida su participación estelar en la Historia.
Qué escritor no habría deseado crear personajes como Adolfo Suárez o el Rey de España. Adolfo Suárez, un hombre que forma parte de la Historia con mayúsculas, un hombre condenado a olvidar en vida su papel en esa Historia. Junto con el Rey don Juan Carlos I, el personaje más destacado de la transición y quizá de la Democracia española. Sin embargo, la cruel enfermedad del Alzeimer hiere su memoria y en un encuentro organizado para condecorarle, para responderle con respeto, admiración y gratitud por su contribución al bien de todos, Adolfo, el hombre, se encuentra ante su Rey y no le reconoce. El Rey le echa una mano por encima del hombro y se lo lleva a dar un paseo por los jardines de Palacio, lejos de los ojos de los demás. Un Rey, tranformado en hombre, entrega su cariño al estadista que olvida su participación estelar en la Historia.
Como todo escritor que se precie, este que les escribe siente celos de la realidad. Como hombre no puede dejar de impresionarse por como la realidad, con sus emociones, tiñe de colores su propio vestido.
1 comentario:
Siempre he pensado que tener memoria es un castigo, sobre todo porque es la fuente del rencor. Pero pensar que una enfermedad puede covertir el disco duro de serie en una pizarra negra y toda en blanco, sin una palabra, sin una letra, se me escapa. Me resulta difícil.
Y al ver esa imagen hace poco recordé el famoso "puedo prometer y prometo.....". Si alguien se lo dice a este hombre ahora, qué ocurrirá en su pizarra?
Publicar un comentario