sábado, 9 de agosto de 2008

Barcas varadas (I)

Un pequeño puerto pesquero. Amanecer. Olor profundo a mar. Se escuchan leves chapoteos de las olas contra los cascos de las barcas. Sobrevuelan algunas gaviotas. Un viejo marinero está sentado en un banco. Mira de frente, al horizonte. Se ha liado un cigarrillo. Lo chupa, aún apagado. Hace un gesto buscando una caja de cerillas en algún bolsillo. La mano palpa la pechera, después la pernera derecha. Se detiene. con la mano aún sobre la tela, olvida las cerillas. La pernera está perfectamente doblada, cosida en imperdibles a la altura de medio muslo. No ha dejado de mirar al frente mientras lo hacía. Chilla una gaviota. Cloquea el motor diesel de un barquito pesquero. Sale del puerto con lentitud. Un marinero saluda brevemente desde la cabina del barco. El marinero sentado en el banco del puerto corresponde con la mano izquierda. Su brazo queda en alto, tiembla levemente, hasta que el barquito desaparece por la bocana. Chilla otra gaviota. El viejo sigue mirando al frente. Aprovecha antes de que parta otro y pueda verle y llora.

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