Fue publicado el día 23 de enero de ese año en el Diario de Las Palmas y recogido junto a los demás publicados en ese Diario y en La Opinicón de Málaga en la antología titulada "No desvío la mirada", disponible en http://www.amazon.com/, en http://www.bubok.com/ y en http://www.lulu.com/
Pasajero distinguido
El pasado jueves cogía un avión con destino a Madrid. Ya en la pasarela por la que se accede al aparato, los pasajeros formábamos una cola, cuando uno de ellos nos rebasó sin contemplaciones, sin respetar la fila ni el orden, ni tan siquiera pidiendo excusas.
Era un pasajero muy distinguido. Un fabuloso pasajero. No pagó billete, eso para empezar, y tampoco nadie se lo habría exigido. Además, no ocupaba asiento, ni de fumador (gracias e eso estaba aquí), ni de no fumador. Le daba igual si ventanilla o pasillo. No pediría vino tinto ni refresco para comer.
El pasajero distinguido no dijo ni pío en todo el viaje. Sin embargo, fue el más mimado sin duda de todos nosotros.
Cuando llegamos a Madrid, le estaban esperando impacientes y emocionados. Unos con los brazos abiertos y uno, sólo uno, esperaba con el pecho abierto, porque el pasajero distinguido viajaba en una nevera precintada. Se trataba de un corazón y su tarjeta de embarque era la promesa de la vida.
Era un pasajero muy distinguido. Un fabuloso pasajero. No pagó billete, eso para empezar, y tampoco nadie se lo habría exigido. Además, no ocupaba asiento, ni de fumador (gracias e eso estaba aquí), ni de no fumador. Le daba igual si ventanilla o pasillo. No pediría vino tinto ni refresco para comer.
El pasajero distinguido no dijo ni pío en todo el viaje. Sin embargo, fue el más mimado sin duda de todos nosotros.
Cuando llegamos a Madrid, le estaban esperando impacientes y emocionados. Unos con los brazos abiertos y uno, sólo uno, esperaba con el pecho abierto, porque el pasajero distinguido viajaba en una nevera precintada. Se trataba de un corazón y su tarjeta de embarque era la promesa de la vida.
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